Mensaje de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet en el Primer Diálogo entre mujeres líderes de la Cumbre Judicial Iberoamericana

(27 de abril de 2022) “El poder judicial juega un papel fundamental en la protección de los derechos humanos, el estado de derecho, la erradicación del abuso de poder, la lucha contra la corrupción y el fortalecimiento de la democracia. Y la independencia judicial es crucial para cumplir con estas funciones.”

Ministra Esquivel,

Maestra Mora

Doctora Alicia Bárcena,

Colegas, amigas,

Es un honor dirigirme a ustedes hoy, en el primer diálogo entre mujeres líderes de la Cumbre Judicial Iberoamericana.

Me complace ser parte de esta ocasión trascendental para reflexionar sobre la importancia del papel y el liderazgo de las mujeres en el Poder Judicial.

El poder judicial juega un papel fundamental en la protección de los derechos humanos, el estado de derecho, la erradicación del abuso de poder, la lucha contra la corrupción y el fortalecimiento de la democracia. Y la independencia judicial es crucial para cumplir con estas funciones.

El progreso de las mujeres en la esfera pública, incluido el poder judicial, en las últimas décadas es impresionante: por ejemplo, en 2017, el 40 % de jueces en todo el mundo eran mujeres. Esto representa un aumento del 35% con respecto a solo 9 años antes.

Y así, debido a estos y otros avances masivos en los derechos de las mujeres y la igualdad de género, es impactante observar regresiones en curso en varias áreas, incluida la salud sexual y reproductiva, la violencia de género y el acceso a la educación. Esto está ocurriendo en todas partes, incluidos varios países de la región. En áreas afectadas por conflictos o desastres, las preocupaciones preexistentes solo empeoran.

En varios países ha habido intentos de aprobar leyes o promulgar cambios de política destinados a controlar o limitar la libertad y la autonomía de las mujeres para tomar decisiones sobre sus cuerpos y sus vidas.

Como siempre, quienes pagan el costo más alto de estas políticas son las mujeres y niñas más marginadas.

Me preocupa que las mujeres juezas y funcionarias del sector de la justicia se enfrenten a amenazas peligrosas que limitan aún más el espacio restringido en el que trabajan, debido a quiénes son y a los derechos humanos que buscan promover incansablemente. Los ataques a su integridad y reputación, incluyendo intimidación, acoso psicológico y sexual, calumnias y campañas de desprestigio, son crecientes en los países de la región.

Los derechos de las mujeres y la igualdad de género no son solo un asunto cercano a mi corazón; también son fundamentales para la forma en que enfrento y dirijo mi trabajo.

Son parte esencial del mundo que quiero ver.

Como madre joven y pediatra, experimenté los desafíos de equilibrar la familia y la carrera y vi cómo la falta de servicios de cuidado de niñas y niños impedía que las mujeres tuvieran un empleo remunerado o que tuvieran as mismas posibilidades de avanzar en su carrera que los hombres. La oportunidad de ayudar a eliminar estas barreras fue una de las razones por las que me metí en la política.

Cuando tenía 23 años, tuve que salir de mi país. La dictadura militar había detenido, torturado, desaparecido, asesinado y maltratado a chilenos, incluidos miembros de mi familia. Mis estudios fueron interrumpidos y no tenía idea de cuánto tiempo estaría fuera.

Durante cuatro años, fui a Australia, luego a Alemania, aprendí nuevos idiomas y continué con mi formación médica. Sé lo que es sentir ira y miedo, esos momentos en los que la esperanza se desvanece y la desesperación invade. Pero también como la resiliencia puede ser muy importante para reconstruirse como persona.

Regresé a Chile a los 28 años, casada, con un hijo y un gran anhelo de aportar al país al que tanto añoraba. Obtuve mi título de médico y trabajé con una organización de derechos humanos que brindaba apoyo a niños cuyos padres o madres habían sido desaparecidos, ejecutados, exiliados o torturados. Cada uno de estos niños había sido dañado de muchas maneras.

Y sin embargo, con el tiempo, y cuando la democracia comenzó a restaurarse, aprendí a dejar de lado mi dolor y reemplazarlo con un enfoque centrado en el diálogo, en encontrar un terreno común de entendimiento en el que podamos comenzar a resolver las diferencias.

Me ha guiado la convicción. Puede parecer poco probable, pero he aprendido que dentro de ese diálogo, si mantengo una comprensión clara y determinada de los principios y avanzo de manera constructiva, entonces tal vez pueda marcar la diferencia.

Y lo más importante, siento que siempre me guiará la valentía y la fuerza de tantas mujeres que conocí en ese momento.

Es por eso que como Ministra de Salud de Chile, la primera mujer en ese cargo, apoyé políticas que extendieran los servicios de salud y cuidado de niñas y niños a las familias y priorizaran el gasto público en protección social.

Como Ministra de Defensa, la primera mujer en las Américas en ese cargo, además de las tareas tradicionales, instituí políticas de igualdad de oportunidades para las mujeres en las fuerzas armadas. Cuando me cuestioné sobre cómo establecer mi autoridad en un entorno todavía dominado por hombres, lo hice convencida que para tener éxito no es necesario liderar actuando como un hombre, sino como una misma.

Y como la primera mujer Presidenta de Chile, trabajé arduamente para crear igualdad de oportunidades para que hombres y mujeres pudieran contribuir con sus talentos y experiencias a los desafíos que enfrenta nuestro país. Por eso propuse un Gabinete que tuviera igual número de hombres y mujeres.

Como Directora Ejecutiva de ONU Mujeres, prioricé la protección de mujeres y niñas frente a la violencia e impulsé nuevos avances en las áreas de la igualdad de genero, del empoderamiento de la mujer en lo económico, social, cultural.

Y hoy, como Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, defender la igualdad de género en todos los foros es fundamental para el trabajo que mi Oficina y yo llevamos a cabo.

Estimadas amigas,

Para mí, los derechos de las mujeres son tan obvios, tan claros. Desafortunadamente, la discriminación de género es tan profunda en nuestras sociedades y tan internalizada en nuestra manera de pensar que para muchos- tanto hombres como mujeres- se normaliza. Vivimos en sociedades patriarcales y esto hace que los sesgos de género permeen nuestra manera de pensar. Sólo haciendo un esfuerzo consciente podemos visibilizar el impacto dañino que tienen en la vida de mujeres, niñas y de nuestras comunidades. Por lo tanto, nuestros esfuerzos deben continuar. Juntas.

La participación de las mujeres en la vida pública está creciendo, y esto debe reconocerse. En el poder judicial, según las estadísticas de 2018 del Observatorio de Igualdad de Género de la CEPAL, Cuba, Chile y República Dominicana registraron los mayores incrementos en la participación femenina en sus más altos tribunales, entre 5.8 y 7.16 puntos porcentuales. Cuba registró el promedio más alto de América Latina (62.16).

Pero aún es insuficiente, ya que las mujeres continúan enfrentándose a barreras significativas para ascender a los niveles más altos del poder judicial y de toma de decisiones. Por ejemplo, de las 4.057 personas que se han desempeñado como presidentes de las altas cortes en América Latina desde 1900, solo 43 han sido mujeres.

Mañana es el primer aniversario de la Resolución 75/274 de la Asamblea General de la ONU, que marca el 10 de marzo como el Día Internacional de las Mujeres Juezas. Este es un reconocimiento crucial y concreto de la necesidad de aumentar la igualdad de género en el sistema de justicia y de garantizar una justicia más inclusiva y que tenga en cuenta las cuestiones de género. Junto con otras agencias de la ONU en la región, mi Oficina ha defendido desarrollos para el sistema de justicia tales como lineamientos con enfoque de género contra la violencia contra las mujeres y diversidad sexual capacitando a todos y todas.  También mi Oficina ha elaborado una herramienta para la incorporación de un enfoque de género en la elaboración de sentencias sobre femicidio y otras formas de violencia contra la mujer.

Cada vez hay más evidencia que demuestra que la representación de las mujeres en el poder judicial, particularmente en los niveles más altos, fortalece la capacidad de los tribunales para dictar decisiones justas e impartir justicia para todas y todos sin distinción. Esto muestra que las cortes están abiertas y son accesibles para quienes buscan justicia. No es insignificante que las personas tiendan a sentirse más representadas cuando el poder judicial es más diverso en cuanto al género.

La paridad de género en el poder judicial contribuye a un enfoque más representativo para implementar la ley y los principios de derechos humanos. Esto, a su vez, genera confianza y aumenta la equidad, la credibilidad y la legitimidad del trabajo judicial.

Cuando las altas cortes incluyan directamente a las mujeres o incorporen los derechos de las mujeres y la igualdad de género en sus agendas, la jurisprudencia a favor de la igualdad sustantiva, la salud y los derechos sexuales y reproductivos, la lucha contra la violencia de género y la erradicación de la discriminación no hará más que expandirse.

Las mujeres líderes también pueden desempeñar un papel importante en la construcción de democracias y en la lucha contra la corrupción. Aquí viene a la mente la señora Thelma Aldana de Guatemala, quien se desempeñó como fiscal general de 2014 a 2018, y presidió el Órgano Judicial y la Corte Suprema de Justicia de 2011 a 2012.

Creo que, como mujeres líderes, también tenemos el deber de promover estos mensajes. Debemos abogar por la participación pública de todas las mujeres y hacer esfuerzos especiales para garantizar la inclusión de las mujeres que han sido particularmente marginadas, como las mujeres afrodescendientes, las mujeres indígenas, migrantes y pertenecientes a minorías, y las mujeres con discapacidad. Estoy convencida de que una mayor representación de mujeres en el poder judicial puede ayudar a cambiar los estereotipos de género y proporcionar un espacio donde las mujeres se sientan seguras y motivadas para buscar justicia.

Así que me emociona que tres de los últimos cuatro nombramientos para la Suprema Corte de Justicia de la Nación de México hayan sido para mujeres. Este es un punto de partida alentador. En casi 200 años, este órgano judicial ha tenido 500 hombres y solo 14 mujeres y nunca ha sido presidido por una mujer. Las convocatorias de concursos exclusivos de mujeres para el nombramiento de juezas y magistradas federales también prometen medidas especiales para alcanzar la paridad.

Colegas,

La jurisprudencia también es una fuerza notable para impulsar los derechos de las mujeres a nivel nacional, lo que desencadena reformas legales y políticas muy necesarias. En este sentido, debe celebrarse la jurisprudencia constante sobre los derechos humanos de las mujeres y la igualdad de género, incluidos los llamados a la paridad legislativa que han surgido desde el Poder Judicial de México.

Hace poco más de 10 años que se adoptaron criterios que promueven la administración de justicia con perspectiva de género, la conducción diligente de las investigaciones de feminicidios, un mejor acceso a los servicios de salud y otras prestaciones sociales, y la importancia de atender los casos de mujeres en conflicto con el derecho penal con un enfoque diferencial. Queda el desafío de que esta jurisprudencia sea entendida y debidamente aplicada por los tribunales inferiores y las autoridades competentes.

Además, las juezas pueden -y lo han hecho- arrojar luz sobre cuestiones específicas e integrar en su trabajo un enfoque sensible al género y a las víctimas. Esto puede ser innovador para las víctimas, particularmente en temas relacionados con la violencia sexual, la salud, los derechos sexuales y reproductivos, y los derechos de las defensoras de los derechos humanos. Por ejemplo, en Honduras, por primera vez a fines de 2021, un tribunal local presidido por una jueza emitió un veredicto de culpabilidad en un caso de violencia sexual contra una niña, otorgando al testimonio de la víctima el valor preponderante de todas las pruebas en el caso. Este es un precedente importante para garantizar un enfoque centrado en la víctima en los casos de violencia sexual en Honduras, particularmente porque estos crímenes continúan en la impunidad.

Tales decisiones pueden transformar los sistemas de justicia penal y aumentar la fe en estos procesos.

Mi Oficina también se enfoca en la implementación del Modelo de Protocolo Latinoamericano de investigación de las muertes violentas de mujeres por razones de género (femicidio/feminicidio). Este Protocolo Regional, que está dirigido a quienes imparten justicia y ha sido acogido en ediciones anteriores de la Cumbre Judicial Iberoamericana, representa una importante herramienta para combatir la impunidad asociada a estos delitos.

Para ello, en el marco de la Iniciativa Spotlight ONU/UE, mi Oficina junto con ONU Mujeres, lanzaron en diciembre del año pasado un curso virtual sobre este Protocolo Regional. Cuento con su liderazgo para promover aún más su implementación en el sector justicia. Esto también es parte de nuestros esfuerzos para lograr el ODS 5 sobre igualdad de género.

Y aquí, me gustaría saludar el valiente esfuerzo de las víctimas, los abogados y la jueza en los casos de las mujeres Maya Achi que enfrentaron a ex paramilitares que cometieron violencia sexual contra las mujeres durante el conflicto armado interno en Guatemala. Actualmente, 5 casos han resultado en sentencias de 30 años de prisión para los ex paramilitares, y se están tramitando más casos.

También deseo saludar dos sentencias históricas de la Suprema Corte de México en 2021. La primera despenalizó el aborto, lo que representa un paso significativo en la protección de la salud y los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres en el país. El segundo declaró vinculantes las acciones urgentes del Comité de la ONU contra las Desapariciones Forzadas. Esto es particularmente importante en un país azotado por la desaparición de decenas de miles de personas. Y como observó recientemente el Comité contra las Desapariciones Forzadas de las Naciones Unidas luego de su visita a México en noviembre de 2021, las mujeres, que a menudo son víctimas de violencia o represalias, se enfrentan a la aterradora tarea de buscar a sus seres queridos, mientras sufren la grave efectos sociales y económicos de las desapariciones.

Queridas amigas,

La creciente voz y liderazgo de las mujeres en la esfera judicial puede ser una fuerza formidable contra los desequilibrios de poder implícitos en muchas leyes, así como las estructuras patriarcales en nuestras instituciones y sociedades.

Como juezas ustedes juegan un papel fundamental. Sus sentencias contribuyen a formar opiniones sobre lo justo y lo equivocado, lo correcto y lo incorrecto. Tienen la gran oportunidad y responsabilidad de hacer visibles los sesgos y los estereotipos de género y así ayudar a cambiar mentalidades hacia un mundo más justo, más equitativo.

Los derechos humanos de las mujeres importan porque las mujeres importan, y sus experiencias, voces y elecciones importan. Recordemos eso. No podemos empoderar a mujeres y niñas a menos que estemos promoviendo, respetando, protegiendo y cumpliendo sus derechos humanos.

Y una de las principales herramientas para fortalecer los derechos de las mujeres es la participación plena y significativa de las mujeres en la vida pública y en la toma de decisiones.

Gracias por su compromiso y dedicación para hacer esto una realidad.

Fin