Declaración de la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Navi Pillay, por el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer*

El Efecto Malala

Asegurar los derechos de las mujeres y las niñas, eliminar la discriminación y alcanzar la igualdad de género son objetivos centrales del sistema internacional de protección de los derechos humanos, comenzando con el artículo 1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, que estipula inequívocamente: ‘Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos…’

El 9 de octubre, 64 años después de que estas célebres palabras fueran escritas, dispararon en la cabeza y en el cuello a Malala Yousufzai, de 14 años, cuando regresaba de la escuela en la localidad de Mingora, en Pakistán. Al conmovedor ataque, a manos del grupo al que comúnmente se refieren como los “talibanes pakistaníes”, le siguió un comunicado público en el que estos amenazaban con matar a cualquier otra persona, incluidos mujeres y niños, que tuviera opiniones contrarias a las suyas.

Atacaron a Malala por su papel destacado en la promoción del derecho fundamental a la educación para las niñas y por criticar las acciones de los talibanes, tales como la destrucción de escuelas de niñas y las amenazas de muerte a las estudiantes. El hecho de que intentaran asesinarla hizo que se focalizara la atención en la extrema intolerancia y el peligro físico a los que se enfrentan numerosas niñas que intentan ejercer su derecho humano básico a la educación en muchos otros países.

La triste verdad es que el caso de Malala no es una excepción, y que, si hubiera sido menos destacada, esa tentativa de asesinato habría pasado más o menos inadvertida. A pesar de todos los avances en el reconocimiento y goce de los derechos de las mujeres en el mundo, la violencia contra las niñas y las mujeres sigue siendo uno de los abusos de derechos humanos más comunes y la violación de su derecho fundamental a la educación persiste en muchos países. A menudo, como en el caso de Malala, los dos fenómenos están estrechamente relacionados.

Por ejemplo, en Afganistán, país vecino de Pakistán, la situación ha sido crónica durante gran parte de las tres últimas décadas. En los diferentes conflictos que se han desarrollado en el país, incluso de forma simultánea, la educación de las niñas prácticamente desapareció. Desde que se expulsó a los talibanes del poder en 2001, estos han vuelto a hacer uso de tácticas de guerrilla que han incluido –como política– ataques a niñas y mujeres, especialmente relacionados con sus intentos de recibir educación.

Sólo en los seis primeros meses de 2012, la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en Afganistán (UNAMA) confirmó 34 ataques contra escuelas, incluidos casos de incendios de edificios escolares, asesinatos de profesores y trabajadores escolares e intimidaciones a los mismos, ocupaciones y ataques armados contra centros educativos, y cierres de escuelas de niñas en específico. Increíblemente, este año, ha habido al menos tres intentos separados de envenenar a niñas que asisten a escuelas en Afganistán, donde más de 100 niñas se vieron afectadas en cada ocasión.

La violencia a la que se arriesgan las niñas en el camino hacia y desde la escuela también disuade completamente a muchas de asistir –y no solo en Afganistán y Pakistán. Encuestas de hogares en muchos países identifican la distancia como un factor principal en la decisión de que los padres envíen o no a sus hijas a la escuela, siendo la seguridad una de sus preocupaciones fundamentales.

Se estima que la educación –y especialmente, aunque no exclusivamente, la educación de las niñas– ha sido objeto de ataques deliberados en más de 30 países debido a razones religiosas, sectarias, políticas o ideológicas de otro tipo.

Ningún continente está exento de estas prácticas. Desafortunadamente, dichos ataques a la educación tienen lugar en todas partes del mundo, incluidos África, Oriente Medio, Europa y América Latina. Las niñas se ven frecuentemente afectadas de manera desproporcionada, bien sea directamente o porque sus padres temen por su seguridad, se preocupan por la violencia sexual o simplemente –debido a valores tradicionales o falta de educación– minusvaloran la educación de sus hijas frente a la de sus hijos.

La valentía de Malala al enfrentarse a dichas prácticas conmovió al mundo entero. El ataque produjo un movimiento sin precedentes de indignación popular y protestas masivas a favor de la educación de las niñas en el mismo Pakistán y en numerosos países de la región. Este ataque grotesco y la imagen de la niña pequeña luchando valientemente por su vida en el hospital repugnó a presidentes, políticos, celebridades y otros líderes de opinión, así como a muchos ciudadanos del común de todo el mundo. Se han lanzado importantes iniciativas educativas pakistaníes e internacionales en su nombre.

Sin embargo, para hacer justicia a Malala y la causa que sirve, debemos hacer más que esto. Su sacrificio no debería ser un fenómeno de impacto pasajero. Debemos apoyar y aumentar el momentum que ha creado, y levantarnos para defender el derecho fundamental a la educación de cada niña.

Atacaron a Malala por ser una niña, y la atacaron no sólo porque quería una educación para ella misma, sino porque hacía campaña para que todas las niñas puedan ejercer su derecho a recibir una educación, como dispone la Declaración Universal de Derechos Humanos. Ella y todas las demás niñas merecen una vida libre de violencia. Espero que Malala se recupere rápida y totalmente.

 

Fin

(Traducción no oficial)

*El Día Internacional para la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer se celebra el 25 de noviembre de cada año, estableciendo 16 días de activismo sobre este asunto que llevan al Día de Derechos Humanos, el 10 de diciembre, fecha en la que, en 1948, se adoptó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. El día de Derechos Humanos de 2012 tiene como tema “la inclusión y el derecho a participar en la vida pública”.

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